domingo, 30 de septiembre de 2012

Soledades

Ellos tienen razón: esa felicidad al menos con mayúscula no existe. Ah, pero si existiera con minúscula sería semejante a nuestra breve pre-soledad.
Después de la alegría viene la soledad, después de la plenitud viene la soledad, después del amor viene la soledad.
Ya sé que es una pobre deformación, pero lo cierto es que en ese durable minuto uno se siente solo en el mundo.
Sin asideros, sin pretextos, sin abrazos, sin rencores, sin las cosas que unen o separan y en esa sola manera de estar solo ni siquiera uno se apiada de uno mismo. Hay diez centímetros de silencio entre tus manos y mis manos, una frontera de palabras no dichas entre tus labios y mis labios y algo que brilla así de triste entre tus ojos y mis ojos.
Claro que la soledad no viene sola. Si se mira por sobre el hombro mustio

de nuestras soledades se verá un largo y compacto imposible, un sencillo respeto por terceros o cuartos, ese percance de ser buena gente.

Después de la alegría, después de la plenitud, después del amor viene la soledad.

A veces no me siento
tan sola si imagino, mejor dicho, si sé que mas allá de mi soledad y de la tuya, otra vez estás vos, aunque sea preguntándote a solas qué vendrá después de la soledad.

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