(...) A lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre
mí. Porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de
repeticiones. Y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie
delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos
velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia
de renuncias y despedidas.
Me encanta tu blog, sigue escribiendo.
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