miércoles, 20 de mayo de 2009

(...) Cuando compongo no me planteo la aceptación, solamente vislumbrar un horizonte poético musical que me sorprenda, que me dé escozor, alguna vergüenza que no he sentido antes. ¿Entendés? Compongo sin seguridad, no la anhelo, ni tampoco un destinatario de la canción. Esgrimo un mundo que me es imposible, invisible y trato de transportarlo. Sería insensato que nadie la entienda, pero es a lo que me arriesgo. Yo, todos los días, me pregunto si soy un loco alucinado o un juglar. Si soy transporte de alguna idea.
No entiendo una escucha parcial, la música contamina, va por el espacio, por el aire y la puede escuchar accidentalmente, cualquier persona. Pretendo que cierren los ojos y no me vean detrás de la canción. Quiero que vean el fluir, eso, del pensamiento. Cómo es que yo, que miro siempre el mismo árbol, puedo percibir distintas cosas. Ni siquiera quiero ver el bosque, yo puedo observar la misma hoja y cómo el mundo se junta en un mismo punto. No sé cómo tengo esa particularidad, nadie me lo explicó ni me fue fácil crecer en éste mundo. Al principio me daba displacer, quería ser normal como todos, no andar viendo la hilacha de las cosas. Después lo pude canalizar, aunque no sin angustia. Ya está, ha crecido en mí y no creo en que son dones que te tocan. Nada. Son particularidades de mi cosmovisión, quizás de mi educación, que me llevaron a ser poeta..

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