lunes, 2 de marzo de 2009

Desesperada por el silencio y por la oscuridad que no me permitía adivinar sus pensamientos a través de sus ojos, encendí un fósforo. Él dio vuelta la cara, con mi otra mano lo obligué a mirarme: estaba llorando silenciosamente. Así ha sido siempre, siempre he tratado de arrancarte la verdad de los ojos porque las palabras no salen.. no hay. Se trancan, no lo sé.. pero no las hay. Como te lo dije esa noche roja y negra, nuestro tiempo probablemente ya pasó y yo fui la dilapidadora de esa oportunidad. No sé que pasará más adelante, pero es necesario tener en cuenta que ahora nosotros vivimos en un presente que no tiene puntos convergentes, cada uno quiere o ama a su manera y vive el mundo que tiene ahora.
- ¿Por qué te vas?

- Temo que vos no me entiendas. Me dio rabia.
-¿Cómo?
- Te pregunto algo que para mi es cosa de vida o muerte, y en vez de responderme, sonreís y además te enojás. Claro que es para no entenderte.
No sé como no me has matado, ni me has golpeado debido a mi actitud cada vez que hablamos de aquel tema espinoso. (Aunque ganas no te faltan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario